
Me encontraba escribiendo esta columna el domingo en la noche para referirme específicamente al accidente sufrido por el ciclista español Alejandro Valverde en el inicio del Tour de Francia y que lo tiene hoy en una clínica recuperándose luego de una operación de rodilla a la que debió someterse por la fractura sufrida cuando apenas había corrido unos 6 kilómetros del Tour donde se proponía colocar al servicio de Nairo Quintana toda su experiencia y clase inagotable.
Quería referirme al riesgo permanente en el que ciertos deportistas ejercen su profesión, para que entendamos mejor las dificultades y vicisitudes que sufren, unos más que otros, los deportistas que se encuentran en deportes como el ciclismo, automovilismo, gimnasia, motociclismo, boxeo y seguramente muchos más, en los cuales sus practicantes suelen encontrar delicadas lesiones, heridas, golpes, caídas, choques, los cuales traen como consecuencia hospitalizaciones, cirugías, incapacidades temporales o permanentes y, en algunas oportunidades, aparece hasta la propia muerte con lo cual se enluta no solo un evento o un deporte, sino una región, país, equipo, entorno, familia, etc, etc.
La realidad – tan difícil de aceptar -nos enseña que para esta clase de deportistas, vivir su deporte en medio del riesgo y al límite, se vuelve habitual pero es claro que nadie quiere sufrir las contingencias de un accidente que en el que puede estar en juego su permanencia como deportista, al igual que su salud, integridad y hasta la propia vida….
Tal como sucedió el domingo anterior cuando Diana Casas, una joven profesional de la Fisioterapia encontró infortunadamente la muerte mientras enfrentaba el desafío que significa subir al Paramo de Letras desde Mariquita, en la compañía de un grupo de amigos y practicantes como ella, del deporte del ciclismo.
Diana era una prestigiosa profesional que tenía a su cargo los cuidados y procesos de recuperación de Esteban Chaves – hoy en el Tour de Francia- y del equipo juvenil Esteban Chaves-Bike- House que promueve el formidable campeón colombiano a través de su fundación. El fallecimiento obedeció a la perdida de equilibrio sobre su bicicleta y el choque contra un pesado vehículo, terminando de esta manera absurda y cruel la existencia de una damita en la flor de la vida y llenando de luto el circulo deportivo, familiar, profesional y amistoso en el que se desempeñaba, ratificando con ello el permanente peligro y riesgo que implica ser practicante de ciertos deportes que han cobrado más de una vida, ya en plena competencia, entrenando o simplemente practicándolos.
Nos duele la partida de Diana como la de cualquier otro deportista en Colombia o en el mundo, nos deja un sentimiento de profunda tristeza y la convicción de que el infortunio está presente en el deporte y ello nos obliga a respetar y apreciar más a quienes dedican sus vidas al deporte en cualquiera de sus manifestaciones como era el caso de Diana Casas. Paz en su tumba.
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