La vida está hecha de sueños y demos rienda suelta a ellos en este 2020. Se llega la hora de la presentación del Team Colombia en la más grande de las competencias, el Tour de Francia del año 2022, después de tener un paso glorioso y demoledor por las carreteras de Italia, nuestro equipo se trae la camiseta rosada del campeón. Con esto sí que se vale soñar.
Miles de banderas de Colombia son ondeadas por fervorosos fanáticos; gritos emocionados se escuchan sin parar. Qué felicidad tan grande se siente al ver juntos a tantos héroes de la patria, nacidos de la berraquera y derrotando solos la pobreza, con la camiseta del tricolor nacional.
Son tantos los medios de comunicación, como sucedió alguna vez en las viejas épocas, que una buena cantidad de periodistas rodean a los ciclistas nacionales, que por su tamaño ni los alcanzamos a ver. Y es que este equipo de estrellas, seguro que brillará en lo más alto del podio.
Pues bien, se anuncia la hora de la partida en el teatro del ciclismo figurado. Las primeras etapas son de alta velocidad, los muchachos resisten, lo que hace años era impensable para estos pequeños guerreros. Arranca la carrera, nuestro pálpito está puesto en Gaviria, Hodeg y Molano. Codo a codo pelean el embalaje frente a los gigantes europeos y ahí está nuestra primera camiseta amarilla. Qué alegría produce la novena de Colombia –por nueva reglamentación-, que obtiene sus primeros triunfos. La ilusión todo lo puede.
Pasan las etapas, el país está atento a cada transmisión de T.V. con gran cubrimiento en la pantalla chica, lo que significa un esperado retorno en el que sí vale la pena invertir. Nuestros embaladores siempre están ahí en la punta, desafiando el viento y poniéndole el pecho a la brisa por el país.
Llegan las etapas de montaña, las de la épica y la emoción. Todo es una locura para Colombia; el maillot amarillo pasa de compatriota en compatriota, turnándoselo orgullosamente jornada tras jornada.
Se arriba a la fracción decisiva de este Tour propio del imaginario del pedal. Rigo lleva puesta la prenda de oro; arranca Egan al frente del lote ayudado por Nairo, Rigo, Higuita, Martínez y el Chavito. Una estela de escarabajos va tras el campeón de la Grande Bouclé de 2019.
Por Dios que es este equipazo de Colombia, reflexionan por igual periodistas y aficionados. De repente parte Nibali con Froome y después riposta Alaphilippe, pero Nairo y el Chavito persiguen con aire respondón. Después de varios minutos con un paso demoledor alcanzan y los rivales de diversas latitudes son superados por los demás guerreros colombianos. Se disputa el último kilómetro y mi piel se eriza.
Todos los criollos están adelante, en fila, dejando en la carretera hasta la última gota de sudor. Colombia se paraliza, se escuchan gritos y pitos por todas partes, faltan los últimos metros. El país entra en éxtasis. Nuestro glorioso equipo pasa la línea de meta y sus integrantes lo hacen agarrados de las manos, y luego, tras cruzar la raya de sentencia, levantan los brazos hacia el cielo, para darle gracias a Dios por este inmenso logro, al obtener los cinco primeros puestos en una etapa de alta montaña del Tour.
Esto es una locura colectiva, las lágrimas de los corajudos ciclistas se confunden con el sudor y en sus rostros se dibujan también enormes sonrisas para agradecer el apoyo recibido.
Es el día final, el del paseo de la victoria en la ciudad luz. Francia y el mundo se visten de amarillo; en el podio se escuchan las notas del himno de Colombia, que los europeos se lo aprenden de memoria de tanto sonar y sonar. Corren lágrimas de felicidad, en un llanto colectivo que brota de nuestro pueblo. La televisión no para de transmitir esta hazaña, mientras que todos felicitamos a los estamentos gubernamentales por su invaluable apoyo, al igual que el dado por la empresa privada con Café de Colombia, Pilas Varta y Postobón a la cabeza. Hasta en esto se permite soñar.
Se llegó la hora de premiar al más joven, al campeón de la montaña, al mejor embalador, al campeón de la regularidad, al mejor equipo ¡Qué es esto Dios mío! los colombianos invaden la escena del ciclismo mundial. Todos los corredores criollos alzan sus brazos y luego de forma humilde y respetuosa ofrecen el triunfo no solo a su pueblo sino al mundo entero. Porque nuestro Egan se toma el trabajo de expresarse en varios idiomas, para que el planeta del pedal entienda que el ciclismo es el símbolo patrio, por encima de cualquier deporte, aunque vivió muchos años mendigando ayuda.
Los triunfos no cesan. Ganamos el Giro, el Tour y como remate de temporada la Vuelta a España. Ningún equipo en el mundo ha realizado lo que nuestros ídolos alcanzan, son hijos de la humildad y de la pobreza, hechos a fuerza del pedal.
Se llega el mes octubre de ese año 2022, mes de disfraces y las ventas del Halloween se disparan porque muchos niños quieren el disfraz de “Rigonator”, de “Nairoman”, del “Chavito”, de “Super Egan”, del “Rambo” Sosa, entre otros.
Las calles del país se visten de ciclismo, porque además los adultos vuelven a ser niños igualmente al emular a nuestros ídolos.
Y después se vino diciembre con su alegría. Y para ponerle broche de oro a la fiesta, el gobierno decide apoyar incondicionalmente con todos los gastos a las escuelas de ciclismo y da exenciones a la empresa privada para promover este deporte. También elimina los aranceles para la importación de bicis, esas que emplean las nuevas generaciones de campeones. Es un clamor generalizado que viene de tiempo atrás.
El ciclismo se declara el deporte nacional. La T.V. por fin entiende la importancia de cubrir los eventos del campo aficionado, la empresa privada apoya incondicionalmente, hay innumerables nuevos equipos. Las carreras para jóvenes no tienen ningún costo de inscripción y al contrario son subsidiadas con alimentación, transporte y matrículas gratuitas.
Es el paraíso, una utopía del pedal; todo marcha sobre ruedas, excepto porque esto es solo un sueño que ojalá se hiciera realidad, porque tenemos una oportunidad única para realizarlo, ya que por más que broten los ciclistas de nuestra tierra, sería imposible cumplir esta meta sin este apoyo soñado.
A propósito, usted amigo ciclista, ¿cómo cree que podemos crear el Team Colombia?
¡Que viva el ciclismo carajo!
Por Carlos Ballesteros García