El nombre de un interesante programa de TV sirve perfectamente para referirme a la brillante victoria obtenida por Alberto Contador en la Vuelta a España, lo que significó para el formidable rutero de Pinto -en cercanías de Madrid-, su tercer título en la carrera de su país.
Con ello, Alberto se convierte en un auténtico Contador de Historias, no solo relatando su impresionante serie de victorias en La Vuelta, Tour, Giro y tantas otras, consignadas en una admirable hoja de vida al servicio del deporte considerado el más rudo del mundo.
Esas historias contienen no solo victorias, sonrisas y alegrías, sino igualmente derrotas, tristezas, dolor físico y moral, sanciones, retiros, caídas, frustraciones, dificultades en la carretera y fuera de ella, para demostrar que ante todo, se trata de un ser humano que no está exento ni blindado contra todo lo que sucede a los demás mortales como él y a sus colegas con quienes comparte las caravanas ciclísticas cada año.
Próximo a cumplir 32 años, en diciembre, y aun disfrutando el encontrarse en la «edad de oro» del ciclista luego de una carrera profesional que comenzó en 2003, Contador se erige hoy como el mejor rutero de la época post-Armstrong ,ingresando al club de los grandes vencedores del ciclismo como Jacques Anquetil, Bernard Hinault, Felice Gimondi, Vincenzo Nibali, Eddy Merckx, los únicos capaces de vencer en las tres máximas carreras del mundo y, de paso, se convierte en un ejemplo y motivo para seguir y alcanzar por parte de la nueva generación ciclística encabezada por Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Fabio Aru, Rafal Majka, Warren Barguil, etc., etc.
Su victoria en la Vuelta, que acaba de terminar en Santiago de Compostela es inobjetable, por la manera como la consiguió, por la calidad y cantidad de rivales que tuvo, independientemente de la ausencia forzada por las circunstancias ya conocidas de Nairo Quintana y Rigoberto Urán (caídas con fractura del primero y enfermedad del segundo), lo que dejó a la Vuelta sin dos de sus más importantes protagonistas y al ciclismo colombiano huérfano de las ilusiones con las que vino.
Es no significa, ni mucho menos, que por ello se haya menguado su prestigio y validez y, más bien –al contrario– nos sirve para saber de nuevo que las carreras terminan cuando terminan y que en un deporte tan aleatorio como este del ciclismo, lo más sabio y prudente es vivir el día a día hasta el final del camino, en Santiago o en cualquier parte del mundo, para entonces sí reclamar victorias o lamentar derrotas.
El ciclismo colombiano que estuvo en esta Vuelta a España respondió por su prestigio e historia hasta donde le fue posible y hasta donde las circunstancias lo permitieron, pasando por ganar una gran etapa con Winner Anacona, la posesión de la camiseta de líder con Quintana, el progreso evidente de Urán en las CRI, la exposición de un futuro envidiable por parte de Esteban Chaves, el cumplimiento de sus deberes como el gregario de lujo que es José Serpa, el trabajo de reingeniería que adelanta consigo mismo Carlos Betancur y el retiro sorpresivo, pero previsible, de Julián Arredondo por diversos motivos.
El ciclismo, como la vida misma sigue su marcha y ahora la cita es en Ponferrada para la lucha por la anhelada camiseta Arco Iris, donde también el ciclismo colombiano espera seguir brillando al nivel acostumbrado en esta y en otras citas.
Que haya suerte…como se dice en el mundo de los toros. ¡Pero la mejor, para nosotros!