
Nota de la Redacción: El periódico IL CARLINO de Italia, ha conseguido un reportaje con uno de los actores principales del caso Armstrong, cuyo desenlace se ha conocido este lunes con la decisión de la UCI de sancionar al formidable ciclista, avalando en todas sus partes el expediente y la investigación realizadas por la agencia americana de lucha contra el dopaje.
El doctor Michelle Ferrari, es el nombre de quien aparece como el principal soporte científico de la intrincada cuestión relacionada con el séptuple campeón del Tour de Francia y para ello el periodista Stephano Lolli consiguió el reportaje que a continuación reproducimos en www.revistamundociclistico.com con su traducción literal.
Ferrara, 23 Octubre 2012. El dopaje existe pero yo no soy el rey o el alquimista. Hay razones económicas, políticas y rencores que alimentan la campaña de las sospechas.-“Suscitando el desconcierto de mi esposa, le he dicho que todo este clamor me parece intrigante bajo el perfil intelectual”.
El día en que la Unión Ciclista Internacional ha eliminado, de hecho, al campeón americano Lance Armstrong de la historia del Tour de Francia, el “clamor” al cual alude Michelle Ferrari es aquel que lo tiene como protagonista -desde hace años- en una mezcla de eventos, investigaciones y sospechas relacionadas con el dopaje. “Sospechas, sobre todo sospechas” es la defensa de quien a este punto, dice, “no quiero asistir o sufrir pasivamente acusaciones e insinuaciones – sonríe Ferrari-; son muchos los que en estos años se han dado gusto hablando, evocando alquimias y leyendas. Ahora pretendo que sea justo que también yo pueda hablar”.
El día del médico deportivo de Ferrara es muy ocupado para ocuparse de amenazas: Una etapa en un lugar (“No para encontrar ciclistas sino para hacer mercado” sonríe), una reunión con el abogado para estudiar los detalles de la causa en proceso y de aquellas que vendrán, alguna diligencia en la plaza… Es lo que los americanos llamarían bajo perfil, la misma reserva que Ferrari admite hacia los deportistas: “Muchos han venido a mi casa, en la vía Pomposa, con muchos otros nos encontramos en el Bolognesi (las pruebas se llevan a cabo en Monzuno), otros se relacionan conmigo a través de correo electrónico, especialmente en vista de los entrenamientos en Tenerife”.
Entre los correos, incluso los más recientes, muchos están firmados por Lance Armstrong, el campeón “incomunicado”.
Pero también un verdadero amigo y atleta formidable: “Sin embargo, no era el más fuerte entre aquellos que yo he entrenado – ríe Ferrari -: no me preguntes nombres, porque en este momento la envidia y el resentimiento han marcado demasiado mi actividad profesional y mi vida. Y tal vez si Lance leyera el resto del Carlino, perdería también su amistad”.
Una amistad corroborada también por una colaboración y dólares. Casi un millón que el atleta estadounidense, después de 1996, habría pagado a Ferrari por su desempeño profesional: Tablas de entrenamiento, pruebas y programación de carreras según el doctor, “dopaje sistemático”, según la agencia antidopaje americana que Ferrari, en su sitio web, acusa de conspiración.
“Conspiración -dice- porque más allá de las sospechas que permean el expediente, no hay un solo trazo de prueba objetiva”.
LA VERDAD del médico ferrarense, puesto bajo los reflectores este último verano por la clamorosa historia del marchista Alex Schwazer y aquella de los intereses económicos, razones políticas y rencores persistentes que contribuyen, desde hace muchos años, para “identificarme como el cómodo contenedor de todos los males del deporte”. Males que se resumen en una palabra: Doping. Una palabra que Ferrari no niega conocer: “Con los atletas, los ciclistas, es un tema de conversación, pero no es mi práctica. Yo recomiendo métodos de entrenamiento, estrategias alimentarias, calendarios de pruebas y de competencias. Yo no uso fármacos, a diferencia de muchos atletas que se me presentan diciéndome que toman EPO, he propuesto alternativas como entrenamiento en hipoxia en altura o sugerido una relación diferente con la comida, que es una ayuda mucho más potente para quien hace deporte”. La nueva frontera es la llamada ‘nutricéutica’: “Estudio desde hace años las propiedades del aceite de oliva -sonríe Ferrari- y me encuentro marcado con la etiqueta de inventor de una mágica mezcla de aceite y testosterona.
“He leído que Armstrong la habría hecho tomar a sus compañeros, obligándoles. No es cierto ni creíble”.
Sin embargo, la presencia de sustancias ilegales en el deporte es concreta: “Es bien sabido que el doping circula, pero es equivocado decir que no se puede hacer deporte de alto nivel sin el uso de sustancias prohibidas. Y es equivocado, incluso muy equivocado pensar que basta con retirar los siete Tour de Lance Armstrong para decir que todos los demás fueron ganados a pan y agua -argumenta el médico de Ferrara-, o igualmente mencionar mi nombre 480 veces en el expediente de la USADA (Armstrong aparece sólo 200 veces), para dictar sentencia en los Estados Unidos y en el resto del mundo que la descalificación de por vida contra mí, es sagrada y justificada”. Una tesis que no creen y por la que algunos ciclistas aficionados británicos, que en Internet escribieron un texto – irónico – en el cual dicen que: “Ferrari también es responsable del calentamiento global del planeta, la crisis del euro y que cuando me encuentren en la calle no es aconsejable saludarme porque se corre el riesgo de descalificación”.
Es innegable, sin embargo, la confidencialidad de la actividad de Ferrari: “Por ella me preguntan los deportistas pero es el carácter mío y de mis familiares. ¿Alguna vez has visto por ahí, por ejemplo, mi hijo Stefano? colaborador del Padre, residente en Montecarlo, implicado en la investigación de Padova (junto, entre otros, a algunos ciclistas máster de Ferrara). La verdadera primicia del Carlino es esta fotografía”, dice riendo Ferrari mostrando una imagen que muestra padre e hijo con Lance Armstrong, en una habitación de hotel en Francia. Nada particularmente lujoso: “Sin embargo, de mí se dice que yo soy un hombre de 30 millones de euros -continúa el doctor- que mi camper es una sofisticada clínica móvil, que tengo relaciones ocultas con las compañías farmacéuticas para la producción de nuevas sustancias, que mantengo relaciones con los distribuidores y gestores. ¿Puedo usar una palabra que me ha enseñado Lance? Váyanse a la Mierda”…
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