Francesco Moser ganó su último adoquín en 1980, fue el último en lograr el triplete de victorias consecutivas en París-Roubaix antes de que en el 81 un francés de muy malas pulgas y talento de leyenda le arrebatara el tetracampeonato tras un brutal sprint de seis en el añejo velódromo André-Pétrieux.
Bernar Hinol le decíamos los niños de la época imitando lo que oíamos por la radio en esas madrugadas colombianas de Giro, Tour y Vuelta. Fue el primer archirrival que conocieron los nuestros cuando aterrizaron en el gran ciclismo europeo allá por el 83. El pequeño tejón quizá nunca nos consideró rivales de peso pero esas fueron las licencias poéticas de la radio y la prensa nacional antes de este ciclismo de ciclocomputadores exactos. Era un mundo más hermoso, se los juro.
Bernard Hinault en francés castizo, ya por entonces con dos tours en la bolsa (78 y 79). Cuentan las crónicas que se presentó en Compiègne a regañadientes, pero decidido a ganar de una vez por todas esa carrera que para el aficionado belga, francés, neerlandés e italiano es una absoluta obligación si de verdad quieres llegarle aunque sea a los tobillos a Coppi y a Merckx.
El tejón cascarrabias, el caimán de la Bretaña que para entonces era el nuevo niño prodigio del ciclismo mundial tras irrumpir en el Tour 78 ganándolo en su primera participación y repitiendo en el 79. El que dijo que París Roubaix era una “carrera de mierda”. Al que en el 80 una lesión en la rodilla se le atravesó en el triplete, pero se resarció ganando el arcoíris de local en Sallanches. Precisamente con esa camiseta de colores que los cabuleros consideran una absoluta mufa, llegó a las puertas del infierno en aquella primavera del 81.
El otro protagonista de esta historia es un italiano que apodaron «Signore Roubaix», campeón mundial en San Cristóbal (1977) y Recordman de la hora en el 84 batiendo el registro de Merckx lo que le valió el odio de Bélgica y el amor de Italia entera. Su nombre: Francesco Moser. Un verdadero fuoriclase como se dice allí en la bota que además se le atravesó dos veces a Roger de Vlaeminck en su quinta París-Roubaix para recibir aún más hate belga.
Francesco Moser ganó la París-Roubaix de 1978 con la camiseta arcoíris de campeón mundial (Foto@UCI)
Moser se conocía los adoquines del Bosque de Arenberg, Mons-en-Pévèle y el Carrefour de l´Arbre como la palma de su mano, pisó el podido en el 74 y en el 76 antes de dar el zarpazo definitivo y llevarse tres al hilo (78 con camiseta arcoíris recién ganada en Venezuela, 79 y 80). La cuarta en el 81 lo metería en el Olimpo de las leyendas de París-Roubaix, pero el último campeón del mundo y del Tour tenía otros planes. ¿Ya les suena esta historia?
Toda esta compilación de historia que gustará a algunos y aburrirá a otros para decir que este domingo en Compiegné la historia del ciclismo probará por diezmillonésima vez que es cíclica o cicla y redonda como la rueda de una bicicleta. Por un lado llega un Moser en búsqueda del triplete (si es el campeón defensor Mathieu Van der Poel)el nieto de Poulidor que en buena hora no aprendió de su abuelo aquello de que perder es ganar un poco. Lleva dos adoquines al hilo, el del año pasado con arrancón en solitario a 60 kilómetros de la meta.
El gigante neerlandés de los cachetes rojos ya doblegó a Pogacar en San Remo para probarle que es humano y de paso darle una lección de humildad, así como lo hizo Vingegaard en los tours del 2022 y 2023, pero permitió el empate del esloveno (nuestro Hinault para la analogía) en Flandes, donde el tricampeón del Tour y vigente rey orbital de la ruta vengó su derrota en la classiccisima con una cátedra en el Paterberg.
La cosa está 1-1 en monumentos en este 2025 y París Roubaix será el desempate porque nadie sabe si este duelo seguirá hasta Lieja, pero Pogacar y Van der Poel merecen desde ya todos los aplausos por hacernos vivir de nuevo el ciclismo a los nostálgicos, por devolvernos a las épocas de Coppi, Merckx y sobretodo a los que vivimos la de Hinol, De Vlaemincky Francesco Moser a quien guardo especial cariño porque visitó mi casa en el 89, jugó con mi gato, comió galletas y tomó jugo de piña conmigo y con mi hermana Natalia que estaba en pijama como lo atestiguan las fotos que acompañan este articulo. Lanzo challenge desde ya a en unos años tener una foto así de random con Van der Poel o Pogacar. La publicaremos aquí sin dudarlo un segundo con su historia respectiva.
Sin el adoquín en tu sala de trofeos serás como como un príncipe del infierno sin tridente, serás el mejor y más grande pero no lo serás del todo porque algo te faltará, serás como Indurain que fiel a su estilo pragmático esquivó siempre el infierno antes de arder en él, como Armstrong, Contador, Nibali, Froome, aunque duela también Egan, Vingegaard y un largo etcétera de campeones del Tour que jamás pisaron las duchas del velódromo de Roubaix. Algunos (por favor escucha nuestras suplicas Egan) todavía están a tiempo de probarse aunque sea una vez sobre el sagrado pavé. Este domingo tendremos nuestro domingo en el infierno para conocer a su infernal majestad Pogacar I o Van der Poel III (valgan las mil redundancias) y sabremos a quien rendirle pleitesía hasta el próximo infierno.