Iniciando la segunda semana de la Vuelta a España y con la noticia según la cual nuestro gran campeón Egan Bernal correrá con la camiseta nacional los próximos campeonatos mundiales de ruta en Ruanda, me parece lógico referirse al hombre que se ha convertido en auténtico ejemplo de capacidad y determinación para encontrar todas las formas de superación posibles, ante todas las circunstancias que la ha planteado la vida.
El título de mi columna obedece a que el Egan de hoy, 10 años después de abandonar las pistas del MTB y montarse en la bicicleta de ruta para trasegar por las carreteras de Colombia y del mundo, no tiene que demostrarle nada a nadie, en cuanto a sus resultados y logros deportivos para no hablar de lo personal en relación con el terrible accidente que estuvo a punto de costarle la vida. Sus resultados antes y después de aquel terrible enero de 2022 son el aval suficientepara seguir edificando una hoja de vida de la cual tiene pleno derecho a sentirse orgulloso sin ninguna clase de temores.
En efecto, si un ciclista de cualquier parte del mundo ha ganado el Tour de l’Avenir, el Tour de Francia, el Giro de Italia, la Vuelta a Suiza, la París-Niza -entre tantas victorias- y además es campeón nacional, la consecuencia de tantos logros y hazañas es que su carrera deportiva continúa y seguirá siendo una lucha contra sí mismo para conseguir más y mejores logros y mantenerse en el grupo de los más importante ruteros del mundo, grupo al que ya pertenece, ante la inmensidad de lo logrado a un precio muy alto en cuanto a esfuerzo, valor y sacrificio.
Por todo lo anterior y muchas cosas más, la batalla que viene librando Egan Bernal desde ese maldito accidente es contra sus rivales, pero mirando más profundamente es una lucha diaria contra él mismo, desde finales de la temporada 2022 cuando logró milagrosamente y contra todos los pronósticos, volverse a poner un número a su espalda y competir en el lote internacional al que ha pertenecido.
Hoy resultaría más que insensato criticar o pedir más de lo que Egan Bernal ha venido y está entregando al más alto nivel del ciclismo, como lo demostró en Bucaramanga, en Cataluña, en Italia o ahora en España. Ojalá los dioses del olimpo del ciclismo le tengan reservado el cumplimiento de sus más fervientes deseos y anhelos de campeón porque es para ello que sigue día tras día- ya entrenando o compitiendo-, tras los objetivos que él mismo se ha trazado.
Esa batalla interminable no merece sino aplausos, admiración, aprecio y respeto, independientemente de los resultados y las clasificaciones obtenidas, cada vez más ceñidas a su infinito deseo de brillar al más alto nivel y al deseo absoluto de seguir perteneciendo al grupo de los mejores en el cual se encuentra y en el que seguirá. No lo duden.