La gran cita mundial del deporte tuvo como sede en 1988 a la gran capital de Corea del Sur entre el 17 de septiembre y el 2 de octubre, convirtiéndose en un bálsamo para las heridas que venían dejando la política, el racismo, terrorismo y fundamentalismo religioso en la década de los ochenta, dando campo a la presencia de 160 países y 8.500 atletas, como demostración de que los Juegos Olímpicos eran capaces de superar todas las dificultades y propiciar la confraternidad entre los pueblos.
Sin embargo, la olimpiada de Seúl se vio sacudida con el positivo por estanozolol del velocista canadiense, Ben Johnson, campeón olímpico de los 100 metros planos, lo que desencadenó un escándalo de talla mundial y una serie de investigaciones que tendrían hondas repercusiones en el deporte a nivel mundial en los años a venir.
En lo referente al deporte del ciclismo, Seúl 1988 fue una exhibición tanto en la pista como en la ruta del dominio de las dos Alemanias, comenzando por los 100 kilómetros Contrarreloj por Equipos, donde la República Democrática Alemana (Alemania del Este) se impuso apretadamente por siete segundos a sus hermanos y vecinos de Alemania Occidental, separados todavía por el muro de la infamia, mientras la cuarteta de Polonia alcanzaba la medalla de bronce colocándose a dos minutos de los espectaculares equipos alemanes.
Colombia se hizo presente en esta oportunidad con una reducida delegación de seis ciclistas que compitieron en los 100 kilómetros Contrarreloj por Equipos (CRE) y en la prueba de Gran Fondo en carretera: Nelson “Cacaíto” Rodríguez, Duván Ramírez, Juan Carlos Arias, Pedro Nel Bonilla, Ángel Noé Alayón y Orlando Castillo.
En el desafío contra el reloj, la cuarteta colombiana de Castillo, Alayón, Bonilla y “Cacaíto” ocupó el puesto 21entre 31 países participantes, a 10 minutos y 17 segundos, poniendo de manifiesto la sempiterna debilidad -aún hoy vigente- de nuestro ciclismo para enfrentar este tipo de esfuerzo.
Y en la prueba de ruta sobre 196 kilómetros en su gran mayoría totalmente planos, la victoria correspondió al mejor corredor del momento, el alemán de la RDA, Olaf Ludwig, quien lanzó un poderoso ataque a pocos kilómetros de la llegada en la compañía de su vecino Bern Grone, a quien venció en el embalaje final, mientras un grupo de 10 corredores encabezados por otro alemán occidental, Cristian Hern, llegaba a 24 segundos definiendo así la presea de bronce.
Los ciclistas colombianos hicieron su ingreso en el gran lote a 34 segundos, con Juan Carlos Arias como el mejor de los escarabajos en el puesto 31, mientras que «Cacaíto» Rodríguez fue 48 y Duván Ramírez 67, cumpliendo aceptablemente con el objetivo trazado tres años atrás por el equipo de Pilas Varta para preparar un equipo que estuviese a la altura del compromiso olímpico.
En el velódromo olímpico de Seúl 1988, brillaron por su ausencia las camisetas con el nombre de Colombia y el tricolor en pecho y espalda.