En la historia deportiva de muchos países del mundo, existen personajes que por diversas razones llegaron a ser el centro de atención de millones de seres humanos como ellos, que los han convertido en dioses a los que incluso se ha llegado a idolatrar, y en el caso del ciclista colombiano Ramón Hoyos Vallejo no es osado decir que esa idolatría por parte de un región (Antioquia) y del país, tuvo lugar por espacio de una década, al menos, precisamente desde que obtuvo su primer título como Campeón de la Vuelta a Colombia en 1953, hasta 1964, cuando la corrió por última vez, no sin antes haberse convertido en el primer gran pentacampeón del máximo y más importante evento deportivo de la época.
En la historia deportiva de muchos países del mundo, existen personajes que por diversas razones llegaron a ser el centro de atención de millones de seres humanos como ellos, que los han convertido en dioses a los que incluso se ha llegado a idolatrar, y en el caso del ciclista colombiano Ramón Hoyos Vallejo no es osado decir que esa idolatría por parte de un región (Antioquia) y del país, tuvo lugar por espacio de una década, al menos, precisamente desde que obtuvo su primer título como Campeón de la Vuelta a Colombia en 1953, hasta 1964, cuando la corrió por última vez, no sin antes haberse convertido en el primer gran pentacampeón del máximo y más importante evento deportivo de la época.
Ramón Hoyos fue por lo tanto, el primero de los «monstruos» de este deporte en Colombia y el primero de los grandes «Escarabajos» que aún hoy, 60 años después, recorren las carreteras de Colombia y del mundo siguiendo el camino que Efraín Forero, en 1951, como ganador de la primera Vuelta a Colombia y Ramón Hoyos desde 1953 hasta 1964, se encargaron de trazar, convertidos en los hombres sobre los cuales descansa la historia de todo lo que el ciclismo ha logrado y sigue consiguiendo.
Don Ramón de Marinilla (municipio que le vio nacer en 1932) dejó también su firma en eventos en el exterior, primero en 1953 como un explorador y aventurero en la búsqueda de la consagración en Europa que luego otros lograrían y, después, como protagonista en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956 y Roma 1960, así como en los Juegos Panamericanos de México 1955 donde ganó la medalla de oro en la prueba de gran fondo, título que hasta hoy ningún otro pedalista colombiano ha conseguido.
En el final de su carrera (comienzo de los años 60), alcanzó a enfrentar –siempre en la Vuelta a Colombia–, a quien sería su sucesor en el trono del ciclismo y de la admiración popular (Martin Cochise Rodríguez), que lo despidió en la Vuelta de 1964 para encontrarlo después como exitoso hombre de empresa cuya vida trascurría plácidamente entre el almacén que aun hoy lleva su nombre y su finca de Guarne en el oriente Antioqueño. Hoyos no se alejó por ello del mundo del ciclismo e incursionó con éxito también en los medios de comunicación, especialmente la radio en la que trabajó por espacio de 7 años hasta 1971 como comentarista de Caracol, conduciendo su propia moto y comentando desde ella.
Estar frente a Ramón Hoyos, significó siempre encontrarse un hombre dueño de recia personalidad, serio, altivo, orgulloso de lo que había conseguido como ciclista. Contestatario, polémico, sin pelos en la lengua. Ganador irreductible, corrió siempre en el plan de ganar todas las carreras en las que se inscribía. En su época, el ciclismo era más individual que por equipos y siempre fue el jefe de su propia escuadra.
Hoy, el ciclismo colombiano se viste de luto para despedir a un auténtico pionero, un forjador de la historia que hemos disfrutado en todos estos años. El esposo de Doña Cecilia Hurtado, padre de Ramón Emilio, Ángela María, Juan Carlos, Álvaro y Jorge, nos deja un legado inolvidable, pasa a la historia deportiva de nuestro país con tinta indeleble y letras de oro, dejando para el ciclismo una leyenda inolvidable para emular y de la que siempre estaremos orgullosos. Paz en la tumba de DON RAMÓN.